El Corazón de Jesús en Santa
Gertrudis de Helfta:
Una pedagogía del aprendizaje del
Amor
La Herida de Amor, El
Sello de la Alianza y el intercambio de corazones.
La teología de la monjas de Helfta,
y por tanto la de Gertrudis, tiene una cristología muy precisa, en ella se pone
el acento sobre la humanidad de Cristo, pero no le dan el sentido que le dan
muchos de los cistercienses, para los cuales Cristo tiene una vida humana e
histórica que se tiene que imitar. En su visión, Cristo es lo que nosotros
somos; nuestra humanidad se encuentra en El, y en El la humanidad esta unida a
la Divinidad. De este modo, porque nuestra humanidad está incorporada en
Cristo; y Cristo está unido a la divinidad es que somos salvados. Así lo da
a entender el Señor, a Santa Matilde amiga de Gertrudis, que orando por ella
tiene la siguiente visión:
(...) Vio un corazón bajo la
imagen de un puente firmísimo que por una parte parecía robustecido por la
humanidad de Cristo y por otra por su divinidad. Entendió que el Señor le
decía: “Todos
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La Humanidad de Cristo es el puente
por al cual nosotros accedemos a la participación de la Divinidad, por eso la
Encarnación del Hijo de Dios es el punto cardinal de su teología, y la
eucaristía es por consecuencia el centro de su espiritualidad: es en la
eucaristía donde pasa todo, allí las monjas tienen sus visiones y experiencias
místicas, y de esta centralidad eucarística brotan la devoción por el Corazón
del Señor y su Pasión.
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“La pedagogía de la Encarnación:el símbolo”
A partir de esta centralidad en la
Humanidad de Cristo, podemos hablar de una pedagogía de la Encarnación, o del
símbolo, en donde lo inmenso de Dios entra en lo pequeño del hombre, en donde
la divina condescendencia de Dios se inclina hacia su criatura hablándole en un
lenguaje que ella pueda comprender.
El símbolo es una realidad siempre
desbordada, que no se detiene en sí misma que siempre “va hacia”, que no se
contradice con la realidad porque la lleva en sí, pero a modo de promesa, a
modo de deseo y no de cumplimiento, por eso el símbolo siempre estará en
tensión hacia la plena consumación en Dios.
Es el método con el cual actúa el
Amor de Dios en nosotros, sellando todo con la dinámica pascual de Cristo, por
eso cada cosa de la creación visible, lleva la impronta de esta dinámica que le
da la posibilidad de ser vehículo de la manifestación del inefablel Amor de
Dios, según lo da a entender San Pablo en Romanos 1,20, en donde dice que la
sabiduría divina es conocida a través de la creación visible.
Santa Gertrudis considera el símbolo
como una forma necesaria e inevitable para el hombre, que se encarna en el
espacio y el tiempo, y nos hace pasar a través de las cosas sensibles y
visibles a lo eterno e invisible. El Libro I, explica que:
"Las realidades invisibles
y espirituales no pueden ser entendidas por la inteligencia humana, salvo
en imágenes visibles y corporales, es conveniente representarlas por medio
de imágenes humanas y sensibles. "5
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Gertrudis es consciente de que en
todas sus visiones, Dios se ha acomodado a su temperamento y capacidad humana,
o, para expresarlo teológicamente, sabe que la gracia perfecciona y supone
la naturaleza:
Me alegra poder decir esto, pues
si el orden divino se parece al humano, el poder de tu mirada sobrepasa
infinitamente lo que yo experimenté en esta visión, hasta el punto de que
pienso, si hablo con sinceridad, que si no se moderase la fuerza divina, jamás
dejaría al alma morar en el cuerpo, después de haber recibido por un momento
tan señalado favor. No ignoro que tu omnipotencia inescrutable en el
exceso de su ternura, acostumbre a acomodar con gran acierto la visión o el
abrazo o el beso y las demás muestras de amor, conforme al lugar, tiempo y
persona, como lo he experimentado muchas veces. Por todo esto te doy las
mas rendidas gracias, en unión con el mutuo amor de la Trinidad eternamente
adorable. ... Por este favor y otros muchos, solo conocidos por ti, se te
ofrezca la suavidad que en la celestial alabanza de la vida intima de la
divinidad comunica una persona a la otra, con gozo tan grande que sobrepase
todo sentimiento humano6
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Gertrudis sabe que esta ante la
paradoja del Dios infinito que se manifiesta a sí mismo en visiones e imágenes
creadas y finitas. Ella se asombra de que Cristo se le manifieste, porque bien
sabe que la criatura no puede ver a Dios que vive en su propia esencia y seguir
viviendo. (cf. Ex 33,20). Y aún así, esta auto-revelación es más profunda
cuando Cristo revela su amor personal por Gertrudis en símbolos íntimos,
corpóreos y hasta sensuales: besos, caricias, bebidas dulces, fragancias, la
mirada del amante por su amada. Ella entiende todo esto como una manifestación
de la condescendencia divina que se inclina hacia ella de manera que su mente
finita puede comprender. Es la manera de Dios que se abaja para franquear el
abismo de desproporción que hay entre Creador y criatura, hasta hacerla
interlocutora capaz de un diálogo de amor apasionado con El.
En efecto, como la mente humana no
puede comprender al Dios eterno en su esencia, es Dios mismo quien debe tomar
la iniciativa para revelarse a sí mismo. En tal revelación, el que la recibe la
recibe de una manera, en un lenguaje o en una forma simbólica que puede
comprender, sin embargo, en un grado limitado, pues la imágenes siempre
quedarán cortas.
La pequeñez y finitud, de Gertrudis
necesitan el aspecto imaginativo de sus experiencias místicas; y solo la mirada
de la fe, la hace libre de la “necedad y escándalo” de la Encarnación, y le
permite acoger el don de un Dios olvidado de sí, que por un loco e
incomprensible amor se abaja hasta la pequeña altura de su creatura.
Esto culmina en Gertrudis con la
revelación del Corazón del Salvador. En la Encarnación, Dios se revela como
verdaderamente el amante de la humanidad, hominum amator7, como Gertrudis escribe en el libro II del Legatus.
"Apegada demasiado a los
gozos del saber humano, se había privado de saborear toda la dulzura
de la verdadera sabiduría”8
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El que quiere alcanzar a Dios debe
pasar de la belleza de la creación a la gloria del Creador, ex imaginibus in
veritatem, mediante la abstracción de los bienes creados hacia el Bien
eterno. Es la mecánica, si así se puede decir, de toda conversión, que va más
allá del cambio moral. Gertrudis no se convirtió de una mala vida, moralmente
hablando, sino que paso de la superficialidad de estar aferrada a su modo de
ver la vida espiritual a la profundidad de la novedad de la vida abierta en un
profundo encuentro vital con Cristo.
Después de su conversión, Gertrudis
procedió ex imaginibus in veritatem; pero sólo porque Cristo como el
Verbo Encarnado asumió también estas imágenes humanas (especialmente la imagen
del corazón de carne) para atraer a Gertrudis hacia sí.
Sus experiencias visionarias no son
proyecciones de su mente, Gertrudis no se inventa lo que vive, la posibilidad
de la revelación presupone una antropología teológica basada en la Encarnación
y en la analogía del ser, Gertrudis, en la recomendación que hace sobre el
libro II, explica este salto de la siguiente manera:
Al igual que los estudiantes
comienzan a aprender el alfabeto, y llegan, tras esto, alguna vez a entender
filosofía, así estos lectores por medio de estas imágenes pintadas(estos
escritos), puedan ser llevados a gustar dentro de sí el maná escondido. (Ap 2.17),
que no es posible mezclar con imágenes corporales, y que los que llegan a
gustarlo tendrán mas hambre. Dígnate, Dios omnipotente y dador de todo bien,
a darnos suficiente de este alimento a lo largo de nuestra vida en exilio,
hasta que contemplando la gloria del Señor cara a cara, seamos transformados
en su misma imagen, yendo de claridad en claridad, como con el soplo de tu
suavísimo Espíritu (2 Co 3.18)10
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La profundidad del entendimiento de
Gertrudis del Corazón de Cristo11, se hace evidente con la afirmación
de la naturaleza corpórea de este “corazón” al mismo tiempo que no permite que
se le entienda en el puro sentido anatómico. El Corazón de Jesús se convierte
entonces en el símbolo apropiado y en la imagen de la humanidad de Cristo,
precisamente porque recuerda el uso bíblico de la palabra “corazón” como la
verdadera esencia de la identidad y de la unidad de la persona, abarcando
cuerpo y alma, intelecto y afecciones. El corazón es el centro de nuestro ser,
la fuente de nuestra personalidad, el motivo principal de nuestras actitudes y
elecciones libres, el lugar de la misteriosa acción de Dios. El corazón es el
punto donde el hombre se encuentra con Dios, encuentro que viene a ser
plenamente efectivo en el Corazón Humano del hijo de Dios.12
El Corazón del Señor es por lo tanto
el “sacramento” de unión desde donde la vida divina y el Espíritu se derraman
sobre aquellos que lo aman. El Corazón abierto es don de lo más íntimo y
personal para el uso público; el espacio abierto y vaciado accesible para
todos.
En Legatus, el Corazón de
Cristo se convierte por tanto en el locus liturgicus por exelencia., el
lugar del dialogo de Dios con el hombre, porque es el lugar del nuevo
establecimiento de la alianza, de la nueva reunión de la comunidad: espacio,
altar, sacrificio, banquete, comunidad y espíritu de está, allí está todo a la
vez.13
·
Teología de la experiencia
La teología de las monjas de Helfta
es una “teología de la experiencia”, y la experiencia religiosa de estas
mujeres es una experiencia muy sensible, lo que se expresa también la lengua
amante de las místicas femeninas. En un sentido teológico se podría decir que
estas monjas intentan vivir la encarnación de una manera concreta y corporal. A
diferencia de los teólogos contemporáneos, el cuerpo no es en esta teología
femenina de un valor inferior. Las monjas de Helfta acentúan las cualidades de
la materia. Para Gertrudis la fisiología humana es la fuente de imágenes
gloriosas, no es la fisiología que es fuente del mal, sino la desobediencia y
el egoísmo.
Si nos damos cuenta, del lenguaje
metafórico, de la integración de los sentidos y de la experiencia muy concreta
de Dios, en la teología de las monjas de Helfta, se puede concluir que esta teología
mística es una corrección de la teología exclusivamente discursiva de sus
contemporáneos.
Por eso El secreto de Gertrudis es
su profundo vínculo de amor y amistad con la persona de Jesús, el Verbo
encarnado. El acento que ella pone sobre la humanidad de Cristo no empaña su
límpida fe en la divinidad del Redentor. Pero la lleva a contemplar con gran
piedad el misterio del anonadamiento en la pasión y en la muerte. Su inefable
experiencia interior está bien lejos de ser simples sensaciones emotivas e
intimistas, al contrario tienen un profundo contenido teológico en estrecha
relación con la Palabra de Dios y la celebración litúrgica de los misterios de
Cristo.
Se trata entonces de una santificación de lo real y no una idealización de lo santo, Gertrudis vive de lectio divina y
de liturgia, de la vida en Común. Lo que en ella sucede es totalmente obra de
la gracia.14 Y aunque
sus visiones son extraordinarias, lo mas increíble, es que toda esta novedad,
esta aventura de la relación con Dios, surge dentro de la bendita cadencia de
lo ordinario, todo sucede dentro de la cotidianeidad de la vida en el Monasterio,
dentro de la liturgia, en los actos comunitarios, en la sencillez de la jornada
monástica...etc
Una pedagogía del Aprendizaje del Amor
Para contestar los puntos que han sido el hilo conductor de esta reflexión,
he recogido tres experiencias de Gertrudis con el Corazón del Señor en ellas
responde a nuestras preguntas sobre: la sanación, liberación y unificación del
corazón del monje en la Voluntad de Dios
·
Herida de amor
En el Legatus divinae pietatis convergen
y se complementan dos aspectos de las corrientes teológicas del momento: el
sentido objetivo de la redención (Dominicos), y el énfasis más afectivo y
personal en la contemplación de los misterios de Cristo, especialmente su
Pasión y Cruz (San Bernardo).16
En el desarrollo de la Devoción al
Corazón de Cristo, se da una progresión gradual, como un ir entrando mas en su
persona, que va desde la contemplación del costado perforado del Señor (la
“herida de amor” original, como la describe el Evangelio de San Juan) hacia la
meditación del pecho herido de Cristo, y finalmente hacia el foco afectivo en
el Corazón de Cristo como la fuente del amor que se derrama en la muerte y en
el sacrificio por la humanidad pecadora.17
Se trata, entonces de un encuentro
de afectividades, en donde la afectividad del Corazón humano de Jesús se
encuentra con la afectividad de aquellos que ha redimido y que le responden con
gratitud y adoración.
Al hablar de la herida de amor en su
propio corazón, Gertrudis además de ejemplificar esta convergencia de
corrientes espirituales, nos da también una luz sobre la paradojal dinámica de
sanación que el Misterio de la Pascua de Jesús realiza en la vida de todo
creyente, en donde “Una Herida es la que sana otra herida”. Porque, ¿qué
es la sanación sino este dejarse “vulnerar” por el Amor? Sólo puede amar quien
puede ser herido. El Corazón de Jesús está abierto para nosotros, y podemos
encontrar en el la salvación si nos dejamos tocar por su Herida.
Gertrudis recibió la herida de amor
alrededor de siete años después de su conversión, cuando antes de Adviento un
año, ella le había pedido a alguien (muy probablemente Matilde de Hackeborn)
que rezara por ella cada día ante el crucifijo con estas palabras:
“Por tu corazón herido, mi mas
amable Señor, perfora su corazón con la flecha de tu amor, para que se
haga incapaz de sostener nada terrenal, pero que sea firmemente sujeta
solamente por el poder de tu divinidad.” 18
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Esta oración fue escuchada el tercer
domingo de Adviento, el domingo Gaudete:
Después de haber recibido el
sacramento que da vida, al volver a mi lugar, me pareció como si, en el
costado de derecho del Crucificado pintado en el libro, es decir, en el lugar
de la herida, un rayo de sol con una punta como de flecha vino hacia mí, se esparció
fuera por un momento, y luego retrocedió. Entonces se esparció de nuevo.
Continuó así por un rato y me afectó gentil pero profundamente. Pero aún así
mi deseo no estaba completamente satisfecho hasta el miércoles, cuando,
después de Misa, los fieles veneran el misterio de tu adorable Encarnación y
Anunciación. Yo también traté te aplicarme en esta devoción pero menos
dignamente. De pronto, apareciste inflingiéndome una herida en el corazón,
y diciendo: “que todas las afecciones-omnium affectionum- de tu
corazón se concentren aquí: todo gozo, esperanza, dolor, temor y el resto;
que todas tus afecciones estén fijas-stabilantur- en mi amor.”19
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En el encuentro con el Corazón
traspasado de Cristo, su Divina Herida hiere la herida del pecado, del limite y
la miseria de Gertrudis y le muestra un camino de sanación, en el que la misma
herida llega a ser fuente de vida, lugar en el que Dios vuelve a encontrarla y
a unificarla en su amor.
Gertrudis recuerda que había
escuchado decir que las heridas necesitaban ser limpiadas, ungidas y vendadas;
entonces aplicó esta misma analogía a su experiencia mística, y deseó saber
cómo cuidaría de las heridas de Señor. Gertrudis fue instruida (muy
probablemente por Santa Matilde) sobre cómo debería hacer esto:
Ahora ella me recomendó meditar
devotamente sobre el amor de tu corazón mientras colgabas de la cruz, para
que de las fuentes de la caridad que fluyen del fervor de tan inexpresable
amor, yo pueda recoger las aguas de la devoción que limpian todas las
ofensas; y del fluido de ternura que exuda la dulzura de tan inestimable
amor, pueda yo derivar el ungüento de la gratitud, bálsamo contra toda
adversidad; y en la caridad eficaz perfeccionada por la fuerza de tan
incomprensible amor, pueda yo derivar el vendaje de la santidad, para que
todos mis pensamientos, palabras y actos, en la fuerza de tu amor, puedan se
dirigidos hacia ti y así se adhieran indisolublemente a ti.
Lo que la mala intención y la
maldad de mi propia perversidad han hecho para corromper esta devoción se
puede hacer bueno por la plenitud del poder del amor que reside (Col 1,19) en
aquel que se sienta a tu derecha (Col 3,1), quien se ha hecho hueso de mi
hueso y carne de mi carne (Gn 2.23). Ahora es a través de él que nos has
asegurado, en el Espíritu Santo, la capacidad de nobles sentimientos de
compasión, humildad y reverencia. 20
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Ahora Gertrudis puede rezar con
confianza de que su contrición por sus propios pecados es aceptada en Cristo,
mientras medita en el corazón de Cristo y desea mostrar compasión
hacia su Salvador, en la conciencia
de que ha sido salvada por Su propia compasión.
Gertrudis aplica el lenguaje de la
unión esponsal, expresada en el Génesis a la unión de Adán y Eva, a su unión
indisoluble con Cristo; esta unión sola hace que los sentimientos de amor y
penitencia de Gertrudis sean aceptables. El don de la Gracia y de la libertad,
de la redención objetiva y la respuesta humana personal, están interconectados
en Gertrudis gracias a la unión entre Cristo y aquellos a quienes ha redimido
para que se conviertan en miembros de su Cuerpo y, por lo tanto, “carne de su
carne, hueso de su hueso”.
Gertrudis nos enseña que el encuentro
con el Corazón herido de Cristo nos hace encontrar una forma distinta de tratar
nuestras propias heridas, en donde no se trata de dejarlas de sentir o de
borrarlas( ya lo sabemos por experiencia: quien mas se empeña en no sufrir,
sufre mucho mas) sino en exponerlas y dejarlas transformar por el Amor de Jesús
en fuente de vida no solo para mí sino para los demás...porque el aceptar ser
vulnerable, al mismo tiempo que me abre en compasión(padecer-con) hacia los
otros, me libera de la cerrazón en mi mismo.
Uno de las rasgos más notables de
esta visión es el tiempo: toma lugar en Adviento, cuando el énfasis de la
liturgia está sobre la Encarnación, y aún así, Gertrudis encuentra difícil
concentrarse en este misterio. El Señor le dice que se concentre en su corazón
perforado: la implicancia es que la Encarnación misma es la condición previa
para la redención, pero que es la Cruz la que realmente efectúa la redención
del pecado. El Corazón de Cristo sostiene simultáneamente estos dos momentos de
la economía divina: el mismo corazón que fue formado en el vientre de María en
la Anunciación es el corazón que se revela en la Cruz y del cual la gracia y la
salvación fluyen hacia aquellos que se paran, como María, al pie de su Cruz y
contemplan sus heridas. En el Corazón glorificado de Cristo en el cielo, al
igual que en la liturgia y en la vida mística, la Encarnación y la Cruz están
presentes como aspectos de un misterio de redención.
·
El sello de la alianza
Entre las muchas visiones que tuvo Gertrudis del divino Corazón de Jesús,
una en particular sobresale por su simbolismo claramente nupcial y de alianza:
en esta visión, Cristo abre con sus manos Su propio Corazón deificado y revela
la verdadera Arca de la Alianza, el sello de la alianza que une a Gertrudis con
Él.
Antes de ponernos en la escena de su visión, Gertrudis agradece, en ese
tono suyo de cadenciosa reiteración, a Dios por haberla elegido y predestinado
de entre toda la eternidad para ser un recipiente de su gracia a través de la
consagración monástica y a través de las gracias especiales de unión que ha
recibido.
Por haberme atraído a Ti y realizar mi salvación:
Estoy obligada a confesar que debo esto a la mansedumbre y bondad de tu
naturaleza. Has ganado este indómito(Ex 2,4) corazón mío (que con toda
justicia merece estar atado en cadenas de hierro), acercándolo a ti con
dulces caricias, como si encontraras en mí una digna consorte de tu
mansedumbre, y consiguientemente en esta unión tu mayor felicidad.
Como si el número de justos no fuera suficientemente
grande para recibir tu gran amor, me has llamado a mí, la que tiene menos
méritos, no para realizar una santificación fácil de un alma ya dispuesta,
sino para manifestar con mas esplendor en mi alma muy imperfecta el milagro
de tu benevolencia.
Tú [...] sientes placer en esta unión. Esto lo puedo
atribuir sólo a la locura de tu amor, si se me puede permitir hablar de esta
manera. Como has asegurado, encuentras felicidad de una forma increíble en
unir tu infinita sabiduría con un ser tan desemejante(disimile) y tan
inapropiada para tal unión...
... Tu me guías con gracia hacia el fin bendito.
Humilde y firmemente creo que debo recibir este regalo tuyo, en la dulce
bondad de tu amor caritativo, de acuerdo a tu fiel promesa y a pesar de mi
gran indignidad; y lo abrazo con amor y gratitud inquebrantables. No es por
ningún mérito mío, sino que solo por la gratuita clemencia de tu
misericordia, ¡oh mi todo, mi supremo, mi única verdad, eterno Bien! 21
|
Dos cosas son las que más llaman la atención de este pasaje, que son como
la preparación a la gracia del sello de la alianza: primero, que Gertrudis
insiste en que debe todo a la gracia de Dios y no a sus propios méritos;
segundo, que su indómito corazón merecía estar atado en cadenas de hierro.
Gertrudis esta asombrada de la “locura del Amor de Dios”...que la alcanza y que
la toma para sí desde el la Gratuidad mas abismante, donde ni mérito ni
deméritos pueden explicar el porque de esta elección divina. El mismo hecho de
este reconocimiento es la liberación de las cadenas de la pretensión de que en
el camino de union con Dios, haya algo que dependa de uno mismo. La gracia de
Cristo libera su corazón para que ame y sea transformado en toda Su Divina
Semejanza, toda la ciencia de la vida espiritual consiste en este “dejarse”
tomar por Dios.
Gertrudis luego cuenta la siguiente visión del Divino Corazón en estas
palabras:
Un día, mientras pensaba todas estas cosas en mi
mente, comparando tu ternura(pietas) con mi dureza(impietas) (cf. Rm 5.20), a
la que con gozo veo supera grandemente, fui guiada a la presunción de
reprocharte el no haber sellado este pacto, como se suele hacer con las
promesas humanas, estrechando manos. Con tu dulzura infinitamente acatadora,
prometiste satisfacerme, diciendo “Deja estos reproches y ven a recibir la
confirmación de mi pacto.” E inmediatamente en mi pequeñez te vi abriendo con
ambas manos la herida de tu deificado corazón, el Tabernáculo de la fidelidad
divina y de la verdad infalible, y ordenándome perversa, como los Judíos
pidiendo un signo (Mt 12.38) estirar mi mano derecha. Entonces, contrayendo
la apertura de la herida en que mi mano estaba encerrada, dijiste: “Ves, yo
prometo mantener intactos estos dones que te he dado. Y si sucede que a
veces, en la sabia disposición de mi providencia, te privara de sus efectos,
me obligo a darte luego una ganancia triple, en el nombre de la Omnipotencia,
Sabiduría, y Bondad de la soberana Trinidad, en quien vivo y reino, verdadero
Dios, por los siglos de los siglos.”
Después de estas palabras del más dulce amor, cuando
retiré mi mano, aparecieron en ella siete círculos de oro, como siete
anillos, uno en cada dedo y en el anular tres, en fiel testimonio de los
siete privilegios por la confirmación que había pedido.
En la exhuberancia de tu amor por mí, agregaste
estas palabras: “Donde sea que, conciente de tu miseria y sabiéndote indigna
de mis dones, te abandones a mi bondad, al hacerlo estarás ofreciéndome pago
del tributo que es debido por los bienes que son míos.”22
|
El estrechar las manos es un signo de desposorio, una promesa de unión
nupcial con el Esposo divino: es a la vez una promesa presente y un signo que
lo que aún está por venir. Gertrudis ve su deseo de un signo como algo culposo,
como indicando impaciencia y falta de fe. El Señor le responde revelando que el
verdadero signo de Su fidelidad es Su corazón, el Arca de la Alianza; y le
ofrece la certeza de las manos incitándola a poner su mano en Su corazón, como
si fuera un dudoso Tomás moderno.
Entonces, cuando ella retira su mano, ve que sus dedos están cubiertos con
siete anillos, no uno solo: porque la fidelidad del Señor sobrepasa hasta la
más alta fidelidad humana, aún cuando él parece distante y cuando sus
consolaciones se ausentan por un tiempo.
El promete fidelidad esponsal en el nombre de la Trinidad; y Gertrudis ve
en esto también una manifestación de la filiación divina, a través de la cual
Dios es piadoso con sus hijos aún cuando caen en el pecado y la impaciencia.
¡Oh, con qué delicadeza tu amor paternal supo
proveer a los hijos degenerados en extrema vileza(Lc 15, 11-12) cuando,
después de haber gastado los bienes de la inocencia y perdido la devoción tan
de tu agardo, Tu te dignas a aceptar como gato obsequio, lo que no puedo
esconder, el reconocimiento que tengo de la indignidad de mis meritos.
Dame, oh Repartidor de los dones, de quien procede
todo bien y sin el cual ninguna cosa se puede tener por firme o buena, dame
para gloria tuya y provecho mío que reconozca mi indignidad en todos tus
dones, bien sean externos o internos, y, además, confíe con toda plenitud y
sosiego en tu piedad. 23
|
En este pasaje queda claro que Gertrudis desde su experiencia personal, de
la particularidad de su propia unión afectiva con el Esposo divino, se amplia a
una aplicación más universal de este punto de vista hacia todos quienes se
hacen hijos de Dios por gracia y quienes han recibido al Espíritu Santo.
La imagen de fondo es la parábola del hijo pródigo, y en este escenario,
Gertrudis hace eco de la secuencia Veni Sancte Spiritus y de las
palabras de San Pablo en Rm 8.14-17 y Ga 4.6-7: porque aparte del vivificante
Espíritu, no hay nada en la naturaleza humana que no haya sido tocado por la
corrupción del pecado, por el cual el hombre carnal, que ha gastado los bienes
de su inocencia, está esclavizado y desterrado en una tierra lejana; pero
aquellos que han recibido el Espíritu se han hecho hijos de Dios en Cristo.
Como Gertrudis, ellos han recibido la libertas cordis que es el
fruto del Espíritu Santo en sus corazones, esto es
un corazón expandido por el amor por el cual fue creado, y por eso que ha sido
liberado de las limitaciones del pecado y de la voluntad propia, y que hace que sus oraciones y sacrificios sean aceptables a través de la
mediación de Cristo y la piedad del Padre.
·
Intercambio de corazones
Gertrudis en el segundo libro del Legatus
divinae pietatis atestigua que en diversas ocasiones ha experimentado el
intercambio de corazones con Cristo:
Todo lo que he leído o escuchado
sobre el templo de Salomón o el palacio de Asuero no es nada en comparación a
los deleites y regalos que tu has dispuesto en lo mas profundo de mi alma –yo
lo conocía por tu gracia-, de los cuales me concediste a mí indignísima,
gozase juntamente contigo, como la reina con el rey.
Entre esos favores hay dos que
prefiero especialmente, a saber: el sello que pusiste (cf.Sabiduria. 9,10) en
mi corazón las joyas resplandecientes de tus llagas, e incrustaste además en
él tan clara y eficazmente la herida de amor que, si nunca me hubiesen
concedido consuelo alguno, ni exterior ni interior, con estos dos soles me
colmaste de felicidad muy grande para sacar de ellas a todas horas, aunque
mil años viviera, como de manantial purísimo, gran consuelo, enseñanza y
agradecimiento.
Añadiste a estos favores el de la
inestimable amistad, porque de modos diferentes me otorgaste aquella
nobilísima arca de tu divinidad, esto es tu corazón deífico como venero de
todas mis complacencias, unas veces completamente gratuito, y otras para
mayor signo de mutua familiaridad, intercambiándolo con el mío.
Por este modo me manifestaste lo
íntimo de tus secretos designios a la vez que tus plenas ternuras y
derretiste mi alma muchas veces con regalos tan amistosos que si no conociera
el abismo sin fondo de tu misericordia, me maravillaría el entender mostrase
afecto de tan grandísima familiaridad y regalo, a la sola digna, a tu Madre
beatísima, mas que a cualquiera otra criatura.24
|
La experiencia del intercambio de
corazones es un tipo particular de experiencia en la que existe una profunda
transformación sobrenatural de la voluntad y los afectos que el así favorecido
no quiere o ama a otra cosa, sino lo que Dios quiere y ama. Esto puede ser
experimentado y se manifiesta por una visión intelectual o imaginario en el que
el commercium sacro de la mutua entrega está representado por un
intercambio de corazones entre Cristo y la visión de futuro.25
Gertrudis evidentemente ha tenido
este intercambio de corazones, pero no ha tenido lugar en el aislamiento de las
otras gracias místicas que ha recibido. Ella misma hace hincapié en dos de
tales gracias: el sello que el Señor ha puesto en su corazón con sus cinco
heridas, y la herida de amor por el que ha atravesado su corazón. Ambas gracias
místicas implican, como en un proceso progresivo, la conformación del corazón
de Gertrudis con el Corazón de Jesús, estas gracias, a su vez, desembocan en el
intercambio de corazones, una unión tan íntima con Cristo, que este la levanta
a una altura tal que puede compartir con él en igualdad de términos, como una reina,
que comparte en un mismo rango el esplendor de su Rey.
Gertrudis está convencida de que
toda la magnificencia del templo de Salomón o el palacio de Asuero no puede
sobrepasar la gloria de la gracia que ha recibido: en esta doble alusión
bíblica, Gertrudis alude tanto a los sacerdotes de Cristo como a su oficio
real. Gertrudis ha sido bendecida al participar de ambos a través del
intercambio de corazones con Cristo, por la mutua y permanente entrega.
Del intercambio de corazones y de la
perfecta unión de voluntades se ilumina para Gertrudis cómo pueda ser que una
mera criatura sea elevada por la unión mística, de acuerdo con el modelo de la
Madre de Dios, ella misma, que es el ejemplo supremo de los frutos de la gracia
de Cristo en aquellos cuyos corazones pertenecen a él. En efecto, Gertrudis no
habla de esta unión transformadora con Cristo, como si se tratara de un aumento
de su obra salvífica, sino que Gertrudis ve esta unión como una transfusión de
la vida divina en la naturaleza humana, que la eleva así a la posibilidad de
responder en el amor y en la libertad.
Conclusión
Gertrudis Reconoce en el Corazón de
Cristo, la fuente y el fin de la vida monástica, esta visión cristocéntrica de
la consagración monástica penetra todos los ángulos de su vida y desde aquí
ella elabora un lenguaje y un simbolismo litúrgico para expresar y comunicar su
entrañable experiencia del Amor de Dios.
La libertas
cordis de Santa Gertrudis es un eco cercano al dilatato corde inenarrabile
dilectiones dulcedine de San Benito en el Prologo, esto es, un corazón
expandido por el amor por el cual fue creado, y por eso que ha sido liberado de
las limitaciones del pecado y de la voluntad propia. En esta perspectiva, la
primera visión de Gertrudis efectuó su conversión al darle las mismas
cualidades requeridas por San Benito para la oración pura: compunción del
corazón con lágrimas; pureza de corazón; devoción simple y de corazón; y
humildad de corazón, las que juntas constituyen la meta de la perfección
monástica.
Cristo se adelanta a la respuesta de Gertrudis: y aunque la gracia precede
la respuesta humana, aún así no la fuerza. En el Cristo humillado, la pietas
divina puede tomar posesión del corazón de Gertrudis y ponerlo en
libertad para que ame a aquél a quien ella más desea amar.
Para Gertrudis un sacrum commercium acontece en la Encarnación, Dios
Palabra se hizo débil y vulnerable, casi un mendigo o un suplicante; y al
recibirlo y rendirse ante él, ella encuentra su verdadera libertad y la
expansión de su corazón. En la visión de Gertrudis, Dios y el hombre parecen
irresistiblemente atraídos: ella retrata la unión en Cristo de la pietas
divina con el cor dilatus humano.
Las tres experiencias traídas a
colación, nos muestran un camino progresivo en donde el deseo y la relación con
el Señor se van purificando, el punto de partida es el momento de la conversión
de Gertrudis, aquel encuentro con Cristo que es fontal, y en el cual esta ya
contenido como en germen todo lo que será su increíble aventura del Amor de
Dios.
Pienso que a través de estas tres
experiencias Gertrudis responde a las preguntas que nos hemos planteado al
inicio, y traza un camino de aprendizaje del amor que también es transitable
hoy, para nosotros.
En este itinerario, volver al
corazón -redire ad cor- será el punto inicial, tal retorno que es la
esencia misma de la conversión solamente es posible gracias al encuentro
personal y vivo con Cristo. Desde aquí el corazón se adentrará en un camino de
verdadera interioridad y de conocimiento de sí.
La sanación de las propias heridas a
través del Corazón herido de Cristo, experiencia de la Herida de Amor,
nos conforma con el misterio pascual de Cristo y opera en nosotros una
sanación, si se puede decir, teologal de nuestra historia.
La liberación del corazón de toda
rebeldía, por la inefable experiencia de la desproporción de la gracia del Amor
de Dios en la propia vida, se expresa en una fidelidad invencible por parte de
Dios, que va mas allá de todas nuestras incoherencias y contradicciones, y se
plasma en la hermosa imagen nupcial del sello de la alianza.
Todo esto nos abre a la experiencia
del intercambio de corazones, céntuplo prometido ya ahora, es decir, a
la unión mas honda de la voluntad humana con la Voluntad del Señor, en aquel salto de fe que nos hace dar un paso desde la propia voluntad a la voluntad decidida de
hacer la Voluntad de Dios, porque se la reconoce como mas mía y verdadera que
la propia, como la que configura y unifica la existencia. Este salto de fe
enamorada, nos capacita en el aquí y ahora, para amar y servir, no ya según la
estrechura de nuestro corazón sino a la medida infinita del Corazón de Cristo.
1 Fue con Santa Margarita María
Alacoque, de la orden de la Visitación, en Paray-le-Monial- Francia, s.XVIII que
la devoción al Sagrado Corazón de Jesús adquirió el relieve dentro de la
cristiandad que hoy tiene.
2 El siglo XIII, es por así decirlo
un siglo bisagra y umbral hacia la modernidad, un siglo de profundos cambios en
todo sentido: en el pensamiento que deviene mas racional,personal y autónomo,
en la teología el analisis y la crítica, en lo social, político y económico,
pero también en cierto sentido un siglo de quiebre, en donde el centro en
Dios(teocentrismo) se desplaza hacia el hombre(antropocentrismo).
3 Cf. Beatrice Acklin-Zimmermann
articulo: Expérience Mystique et Théologie Spirituelle en, Les Moniales
Cisterciennes IV ,Pg.134
5 GERTRUDIS, Heraldo, 1.1: Et
quia invisibilia et spiritualia nullatenus ad intellectum humanum aliter quam
per rerum corporalium et visibilium similitudines exprimi non possunt, oportet
ea humanis et corporeis imaginationibus adumbrare, 1.1, SC 139, p. 124.
6 GERTRUDIS, Heraldo,
2.21: Hoc tamen dicere me delectat, quod si est in divinis sicut in
humanis, quod scilicet virtus oculi tui in tantum excedit istam visionem, sicut
ego aestimo, vere dico, nisi divina virtus contineret, nunquam permitteret
animam in corpore manere, cui hoc vel momentaliter indultum fuerit; quamvis non
ignorem inscrutabilem omnipotentiam tuam ex abundantia pietatis, tam visionem
quam etiam amplexum et osculum cum caeteris amatoriis exhibitionibus pro loco,
pro tempore et pro persona, te solitum congruentissime temperare, cum saepius
experta sum. Pro quo tibi gratiarum actiones in unione mutui amoris semper
venerandae Trinitatis persolvo… Pro quo et etiam pro aliis, quorum effectum tu
solus nosti, sit tibi exhibitio suavitatis illius quam in supercoelesti
apotheca divinitatis supra omnem sensum praejucunde persona personae instillat,
2.21, SC 139, pp. 324-326.
8 Ibid., Humanae sapientiae
delectationi avidius adhaerendo, verae sapientiae gustu suavissimo se
privasset.
10 GERTRUDIS, Heraldo, 2.24 :
Sicut per alphabetum ad logicam perveniunt quandoque studentes, sic per
istas velut depictas imaginationes ducantur ad gustandum intra se manna illud
absconditum, quod nulla corporearum imaginationum admixtione valet partiri, sed
solus qui edit adhuc esurit. Quo nos, omnipotens omnium bonorum largitor Deus,
sufficienter pascere digneris per totam hujus exilii viam, quoad usque revelata
facie gloriam Domini speculantes, in eamdem imaginem Domini transformemur a
claritate in claritatem, tamquam a suavissimo spiritu tuo, 2.24, SC 139,
pp. 350-352.
11 Cf. MINGUET, «Théologie spirituelle
de sainte Gertrude II», Collectanea Cistercensia 51 (1989) 328.
12 X.LEON DUFOUR, Vocabulario de
Teología Biblica, Herder, Barcelona 1980, 189.
14 Anna María Canopi, Monachesimo
Benedettino femminile, abbzia san benedetto
15 En este punto he utilizado como
base el capitulo segundo de la tesis ad Licentiam in Sacra Theologia:
THE HEART OF CHRIST IN THE LEGATUS DIVINAE PIETATIS OF ST.
GERTRUDE OF HELFTA, 2006 (traducción al castellano de Francisca Morales)
16 Cf. LECLERCQ, «Le Sacré-Coeur
dans la tradition bénédictine», p. 13.
18 GERTRUDIS, Heraldo: Per tuum
transvulneratum Cor, transfige, amantissime Domine, cor ejus jaculis
amoris tui, in tantum ut nihil terreni continere possit, sed a sola efficacia
tuae divinitatis contineatur, 2.5, SC 139, p. 248.
19 GERTRUDIS, Heraldo: Igitur
cum post suscepta vivifica sacramenta, ad locum orationis reversa fuissem,
videbatur mihi quasi de dextro latere crucifixi depicti in folio, scilicet de
vulnere lateris, prodiret tamquam radius solis, in modum sagittae acuatus, qui
per ostentum extensus contrahebatur, deinde extendebatur, et sic per moram
durans, affectum meum blande allexit. Sed nec sic
quidem satisfactum est desiderio meo usque in feriam quartam dum post
Missam a fidelibus recolitur tuae adorandae Incarnationis et Annuntiationis
dignatio; cui et ego quamvis minus digne intendebam; et ecce tu aderas velut ex
improviso infigens vulnus cordi meo cum his verbis: «Hic confluat tumor omnium
affectionum tuarum verbi gratia: summa delectationis, spei, gaudii, doloris,
timoris, caeterarumque affectionum tuarum stabiliantur in amore meo, 2.5, SC
139, pp. 248-250.
20 GERTRUDIS, Heraldo
2,5: Ista namque consuluit ut jugi devotione recolens amorem Cordis tui in
cruce pendentis ex humore charitatis quem produxit fervor tam ineffabilis
amoris, caperem aquam devotionis in ablutionem totius offensionis, et ex
liquore pietatis quam effecit dulcedo tam inaestimabilis amoris, haberem
gratitudinem unctionis, contra omnem adversitatem, atque ex efficacia
charitatis, quam fortitudo perfecit tam incomprehensibilis amoris, adesset
ligamen justificationis, ut omnes cogitationes, verba et opera mea ex
fortitudine amoris in te dirigerem, et sic tibi indissolubiliter adhaererem.
Quidquid in his ex malitia et nequitia mea depravavi suppleat vis amoris cujus
plenitudo habitat in eo qui sedens ad dexteram tuam factus est os ex ossibus
meis et caro de carne mea. Nam per eum in virtute Spiritus Sancti cum ea
nobilitate compassionis, humilitatis et reverentiae sic dedisti nobis posse,
2.5, SC 139, pp. 250-252.
21 GERTRUDIS, Heraldo,
2.20: Me salubriter attraxisti, et hoc idem juste fateor esse tibi
naturaliter insitae mansuetudinis et benignitatis, cum indomabile cor meum, cui
rectissime ferrea vincula congruerent, tam suavissima blanditate tibi
attraxisti; ac si mansuetudinis tuae consortem in me recepisses et inde mihi
adjungi per omnia delectareris… familiariter tibi univisti, et hoc idem, ut
justissime, debeo assignare supereffluentiae incontinentissimae liberalitatis
tuae; quasi justorum numerus non sufficeret ad excipiendam nimietatem pietatis
tuae, me extremam in meritis advocare dignatus es, non ut habiliorem facilius
justificares, sed ut in minus habili clarius reluceret miraculum tuae
dignationis… jucunde fruereris; et hoc, ut ita dicam, amenti amori tuo possum
assignare, quod saltem verbis non es dedignatus asserere, nisi hoc dicas
jucundam fruitionem tuam, quod quandoque tam incredibili mode se aliqualiter
ajungere postest sibi tam dissimili et omnino tam inaptato… Feliciter me
consummare dignaris, Quod beneficium a dulcissima pietate benignissime amoris
tui me quamvis indignissimam accepturam secundum fidele promissum veritatis
tuae humiliter et firmiter spero et securissima caritate cum gratitudine
complector, nullis omnino meis meritis, sed sola gratuita clementia
misericordiae tuae, o meum summum, imo solum, totum, verum aeternale bomun!,
2.20, SC 139, pp. 316-318.
22 GERTRUDIS, Heraldo,
2.20: Nam cum die quodam ea mente revolverem et ex comparatione pietatis
tuae ad impietatem mean quam tam longe superabundare gaudeo, usque ad illam
praesumptionem ducta fuissem, quod causarer te mihi ea, more pollicitantium,
manu ad manum non firmasse, tua tractabilissima suavitas his objectionibus se
benigne satisfacturum promisit, dicens: «Ne haec causeris accede et
suscipe pacti mei firmamentum.» Et statim parvitas mea conspexit te quasi
utrisque manibus expandere arcam illam divinae fidelitatis atque infallibilis
veritatis, scilicet deificatum Cor tuum, et jubentem me perversam, more judaico
signa quaerentem, dextram meam imponere, et sic aperturam contrahens manu mea
inclusa dixisti: «Ecce dona tibi collata me tibi illibata servaturum promitto,
in tantum quod si ad tempus dispensative ipsorum effectum subtraxero, obligo me
postmodum triplici lucro persoluturum, ex parte Omnipotentiae, Sapientiae et
Benignitatis virtuosae Trinitatis, in cujus medio ego vivo et regno, verus
Deus, per aeterna saecula saeculorum. Post quae suavissimae pietatis tuae
verba, cum manum mean retraherem, apparuerunt in ea septem circuli aurei in
modum septem annulorum, in quolibet digito unus et in annulari tres, in
testimonium fidele quod praedicta septem privilegia mihi ad votum meum assent
confirmata. Hinc etiam incontinentia pietatis tuae adjecit haec verba: «Quoties
tu indignitatem tuam recogitans te immeritam donorum meorum et insuper de
pietate confidis, toties offers mihi debitum censum de bonis meis», 2.20,
SC 139, pp. 318-320.
23 GERTRUDIS, Heraldo,
2.20: O quam subtiliter paternitas tua novit providere filiis extrema
vilitate degeneratis, cum post expensionem substantiae innocentiae et per
consequens gratae tibi devotionis, acceptare dignaris hoc cujus cumulus latere
non potest, scilicet cognitionem indignitatis meritorum meorum! Quam tibi
laudabiliter mihique salubriter cognoscere in omnibus donis tuis, tam
interioribus quam exterioribus, et insuper in omnibus de pietate tua plene tibi
confidere da, dator munerum a quo omne bonum procedit, et sine quo nihil
validum seu bonum poterit reputari, 2.20, SC 139, pp. 318-320.
24 GERTRUDIS, Heraldo
2.23: Quod nec de templo Salomonis, nec de triclinio Assueri legi vel
audivi, quod mihi videatur praeferendum deliciis illis, quas cognosco gratia
tua, teipsum tibi praeparasse in intimis meis et quibus concessisti me
indignissimam pariter tecum frui tanquam reginam cum rege. Inter quae et illa
duo specialius praefero, quod scilicet impressisti cordi meo saluberrimorum
vulnerum tuorum praeclara monilia, et ad hoc vulnus amoris tam evidenter et
etiam efficaciter cordi meo infixisti, quod si nunquam ullam consolationem plus
nec interius nec exterius mihi dedisses, in illis duobus solis tantam beatitudinem
contulisti, si mille annis vivere deberem, singulis horis plus quam satis
consolationis, eruditionis et gratitudinis inde possem habere. Addidisti etiam
inter haec mihi inaestimabilem amicitiae familiaritatem impendere, diversis
modis illam nobilissimam arcam divinitatis, scilicet deificatum Cor tuum
praebendo in copiam omnium delectationum mearum; nunc gratis dando, nunc ad
majus indicium mutuae familiaritatis illud mihi pro meo commutando; cum quo et
tam occulta secretorum judiciorum simul et deliciarum tuarum mihi manifestasti,
ac tam amicissimis blanditatibus animam meam multoties liquefecisti, quod si
ignorarem abyssalem supereffluentiam dignationis tuae, mirarer si intelligerem
te prae omni creatura soli dignae beatissimae matri tuae, tecum regnanti in
coelo, tam dignantissimae blanditatis exhibuisse affectum, 2.23, SC 139,
pp. 336-338.